Persistencia de la retina
Felipe Gamboa Caneo
“Lo que veo en común en las imágenes captadas por Felipe Gamboa, es que son la captura de un momento aislado que permite un despegue de su pasado y futuro, y para repetir la idea previa: la imagen es en sí una alegoría.”
Faiz Mashini
Muestra
La exhibición propone fotografías impresas en papel, son imágenes en blanco/negro y color, que muestran retratos y espacios de la ciudad habitados por gente anónima y por modelos; estos establecen una tensión entre lo casual y lo desconocido, ingrediente principal para mezclar estéticamente sensaciones etéreas, filosóficas y espirituales que preparan un marco esencial para mostrar una realidad circundante que muchas veces pasa desapercibida. Con el momento congelado de la imagen vienen variedad de emociones que transmite una mirada casual o una postura inesperada, estos aspectos son de vital importancia al paso del tiempo; en una sociedad en donde la imagen se hace cada vez más utilitaria y accesible, la posibilidad de detener el paso a observar se hace imprescindible, el poder discernir lo único es una tarea que al arte es vital y mostrar esta mirada es una forma de expresar mi opinión de este tiempo.
Sobre el autor
Cuando la memoria siempre proclive a la acción, expulsa con desdén aquellos momentos contemplativos, es el ojo sensible que los rescata entregándoles sentido.
Es una idea de aproximación hacia este trabajo fotográfico de Felipe Gamboa, que tal como es nombrado, nos permite apreciar aquel tiempo muerto que se intercala entre ciertos momentos como una “no acción”, generando una abstracción del espacio-tiempo en que se nos permite dimensionar las imágenes desde otra relación sensible. Ya no como acciones continuada de reacciones, sino a través de una suspensión temporal que prevalece bajo la clausura funcional del movimiento. Determinado un sentido a partir de su propia potencia, encarnado en cada retrato detenido en su gesto.
Podríamos decir que estos factores son connaturales a la fotografía, pero la propuesta del autor logra articular reflexivamente una obra que busca su concepto en la exploración desde dos ámbitos operacionales bien explicitados. Por un lado, van capturas de personas en momentos precisos de cotidianidad, y por el otro, retenciones de rostros más intimistas y cercanos. Ambos grupos nos permiten descubrir interesantes contrapuntos sobre esta serie de fotos, uno de ellos se puede evidenciar mediante el factor de fugacidad, que también enuncia esta muestra, no del tiempo, sino el de la imagen que se muestra, o se deja mostrar, en un instante primordial. En este caso destaco la mirada, la de las personas compuestas como objetivo: ensimismada, extraviada, indeterminada, por un lado, emocional, fija, representativa, por otro. Configurando distintas intensidades a partir de la disposición expresiva o inexpresiva de los sujetos, reforzado por el criterio lumínico aplicado en cada composición.
Esta apreciación nos hace preguntarnos por la propia mirada del autor, la que radicaliza el concepto de fuga en estas otras miradas fotografiadas, las que pierden su punto de vista más allá de la cámara o de un fuera de campo. Y no solamente es la fuga que podríamos referenciar en la música barroca o en la perspectiva euclidiana, sino una infinita que se multiplica desde la percepción, como en una suerte de espejos enfrentados entre el sujeto y el artista, y que este último sabe proyectar significativamente al espectador.
Víctor Muñoz Araya.
Siempre pensé en el potencial que tiene la imagen de incidir en lo más hondo del ser humano, casi como si agrediera al individuo por alguno de los factores sensibles de su personalidad. Siempre pensé en esa identificación y desde ahí me interesó el hacer del arte.
Las fotografías de Felipe Gamboa son un momento en la intimidad, una ventana que se adentra en una verdad aislada y descontextualizada, pero que deparan a la percepción y entendimiento del espectador un estado de silencio contemplativo para observar el detalle retratado. De esta manera, son una alegoría más que una metáfora. El momento es captado pero adquiere un valor por sí solo, se aísla del tiempo y añade significado a sí mismo en esa autonomía de la imagen respecto del tiempo o del relato que le dio origen. Cuando un viejo que maneja, está detenido y levanta un ramo de flores para olerlo y cierra los ojos, se vuelve a nuestro parecer, un cadáver. Pero paradójicamente, el cadáver de un hombre que conduce un automóvil, lo cual incide en nuestro imaginario porque propone el absurdo como una posibilidad. La contradicción a lo lógico nos sorprende.
La búsqueda es en torno al dramatismo, el momento adecuado para retratar, sirviéndose de una intuición que tiene como herramientas compositivas la luz y la sombra y la noción de simetría y de pesos.
Faiz Mashini